Mi hija Alexandra, me comparte un
artículo de esos que te sacuden. Lo escribió Alicia Bayer, en “El Huffington
Post”, del día de hoy. Les dejo un
extracto y la posibilidad de leerlo en su totalidad si dan click aquí:
Sé que lo van a disfrutar tanto como yo. ¡Gracias
mi pequeña!
“Mi lista de lo
que debe saber un niño (o una niña) de cuatro años:
Debe
saber que la (lo) quieren por completo, incondicionalmente y en todo momento
Debe saber que está a salvo y debe saber
cómo mantenerse a salvo en lugares públicos, con otra gente y en distintas
situaciones. Debe saber que tiene que fiarse de su instinto cuando conozca a
alguien y que nunca tiene que hacer algo que no le parezca apropiado, se lo
pida quien se lo pida. Debe conocer sus derechos y que su familia siempre le va
a apoyar.
Debe saber reír, hacer el tonto, ser
gamberro y utilizar su imaginación. Debe saber que nunca pasa nada por pintar
el cielo de color naranja o dibujar gatos con seis patas.
Debe saber lo que le gusta y tener la
seguridad de que se le va a dejar dedicarse a ello. Si no le apetece nada
aprender los números, sus padres tienen que darse cuenta de que ya los
aprenderá, casi sin querer, y dejar que en cambio se dedique a las naves
espaciales, los dinosaurios, a dibujar o a jugar en el barro.
Debe saber que el mundo es mágico y (el) ella
también. Debe saber que es fantástica, lista, creativa, compasiva y
maravillosa. Debe saber que pasar el día al aire libre haciendo collares de
flores, pasteles de barro y casitas de cuentos de hadas es tan importante como
practicar la fonética. Mejor dicho, mucho más.
Pero
más importante es lo que deben saber los padres:
Que cada niño aprende a andar, hablar, leer
y hacer cálculos a su propio ritmo, y que eso no influye en absoluto en que tan
bien ande, hable, lea o haga cálculos después.
Que el factor que más influye en el buen
rendimiento académico y las buenas notas en el futuro es leerles a los niños desde muy pequeños. No son las fichas, ni los manuales,
ni las guarderías elegantes, ni los juguetes y ordenadores más rutilantes, sino
el que mamá o papá dediquen un rato cada día o cada noche (o ambos) a sentarse
a leerles buenos libros.
Que ser el niño más listo o más estudioso
de la clase nunca ha significado ser el más feliz. Estamos tan obsesionados por
tratar de dar a nuestros hijos todas las "ventajas" que lo que les
estamos dando son unas vidas tan pluriempleadas y llenas de tensión como las
nuestras. Una de las mejores cosas que podemos ofrecer a nuestros hijos es una
niñez sencilla y despreocupada.
Que nuestros niños merecen vivir rodeados
de libros, naturaleza, utensilios artísticos y la libertad para explorarlos. La
mayoría de nosotros podríamos deshacernos del 90% de los juguetes de nuestros
hijos y no los echarían de menos, pero algunos son importantes: juguetes como
los LEGO y las construcciones, juguetes creativos como los materiales
artísticos de todo tipo (buenos), los instrumentos musicales (tanto clásicos
como multiculturales), disfraces, y libros y más libros (cosas, por cierto, que
muchas veces se pueden conseguir muy baratas en tiendas de segunda mano).
Necesitan libertad para explorar con estas y otras cosas, para jugar con
montoncitos de alubias secas en el taburete (supervisados, por supuesto),
amasar pan y echarlo a perder, usar pintura, plastilina y purpurina en la mesa
de la cocina mientras hacemos la cena aunque lo salpiquen todo; tener un rincón
en el jardín en que puedan arrancar la hierba y hacer un cajón de barro.
Que nuestros hijos necesitan tenernos más.
Hemos aprendido tan bien eso de que necesitamos cuidar de nosotros mismos que
algunos lo usamos como excusa para que otros cuiden de nuestros hijos. Claro
que todos necesitamos tiempo para un baño tranquilo, ver a los amigos, un rato
para despejar la cabeza y, de vez en cuando, algo de vida aparte de los hijos.
Pero vivimos en una época en la que las revistas para padres recomiendan que
tratemos de dedicar 10 minutos diarios a cada hijo y prever un sábado al mes
dedicado a la familia. ¡Qué horror! Nuestros hijos necesitan la Nintendo, los
ordenadores, las actividades extraescolares, las clases de ballet, los grupos
organizados para jugar y los entrenamientos de fútbol mucho menos de lo que nos necesitan a NOSOTROS. Necesitan a unos
padres que se sienten a escuchar su relato de lo que han hecho durante el día,
unas madres que se sienten a hacer manualidades con ellos, padres y madres que
les lean cuentos y hagan tonterías con ellos. Necesitan que demos paseos con
ellos en las noches de primavera sin importarnos que el pequeñajo vaya a 150
metros por hora. Tienen derecho a ayudarnos a hacer la cena aunque tardemos el
doble y trabajemos el doble. Tienen derecho a saber que para nosotros son una
prioridad y que nos encanta verdaderamente estar con ellos.”
Lo he hecho a tropezones, pero, por las lecciones que me dan cada día todos y cada uno de mis hijas -hijo y, también mis nietos - nietas, a lo mejor no lo hice tan mal. Sé que hoy soy mejor gracias a ellos.
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