Conocí a Sarita a través de mi amiga la Sra. Marina Alvarez.
Marina viene desde su tranquilo pueblo en Boyacá (de "la tierrita", como muchos la llaman), y trae en su memoria muchos buenos recuerdos.
Pero, no siempre fue así. Hace unos cuantos años atrás, su cerebro le jugó una mala pasada. Estando en el Banco para hacer alguna transacción, Marina no pudo firmar un documento. Se le olvidó su nombre. Y luego se le olvidó qué estaba haciendo allí. Y, también, a donde debía regresar, en donde estaba su casa. Y así, se le fue olvidando todo, hasta el cómo llevar la cuchara a su boca, si es que se acordaba que debía comer.
Mélida, su hija, inició con ella el recorrido que las llevó de hospital en hospital hasta llegar al Instituto Neurológico Colombiano, para escuchar de labios de los que si saben, el diagnóstico definitivo y aterrador: "Alzheimer". Así que regresaron a su rancho pensando que todo estaba perdido, empezando por la memoria de Marina. Pero "la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida" (eso canta Bladés, el filósofo de la salsa), y estas dos mujeres se encontraron alguno de esos días con una alternativa: la posibilidad de nutrir las células del cerebro y así Marina recobró lo perdido.
Fue tanta la alegría al poder, de nuevo, recordar su nombre que decidió dedicar el resto de su vida a compartir con todo el que le quiera escuchar, cómo es posible recuperar la salud (aún en casos declarados "perdidos"), complementando la alimentación con suplementos vitamínicos, minerales y aminoácidos.
Así que, en cumplimiento de su misión, un buen día Marina recibió una llamada de una mujer joven. Estaba desesperada. Había empezado una dieta drástica para bajar de peso y, flaca hasta los huesos y habiendo perdido hasta la redondez de sus senos, había enfrentado un embarazo que concluyó, gracias a Dios, en una niña, pequeña ella, con problemas respiratorios, sin aliento ni para comer y con síndrome de Down. Había llegado al mundo Sarita.
La fortaleza de Marina y la desesperación de la madre de Sarita, permitieron que se buscaran los medios económicos necesarios (ayudaron todos los parientes, los amigos, los conocidos y los desconocidos), para que la niña empezara a recibir la nutrición que le hacía falta y que, desde entonces, siempre ha tenido.
La vida continuó y, en éste Noviembre/13, época de terminación de clases en los colegios, Marina recibió una llamada para invitarla a venir a Bogotá a participar en el grado de Sarita. La niña había estado estudiando en un Jardín Infantil para niños especiales y llegaba el día del evento que cerraba el curso.
Sarita terminó su año escolar con tan buenas calificaciones que la decisión de sus maestros fue enviarla a estudiar el próximo curso a una escuela para niños "normales". Además, el grupo de danzas donde actuaba Sarita, ganó el concurso abierto entre todos los participantes de su escuela y Sarita recibió una ancheta navideña, más alta y gorda que ella, por haber sido la única niña que no equivocó ninguno de sus pasos.
Su mami lloró a más no poder y, nosotros también cuando escuchamos la historia que Marina, con muy buena memoria, nos compartió.
Esta es la misión que hemos escogido: "Cambiar, para bien, la vida de miles de personas, en su salud, economía y desarrollo personal". Gracias sean dadas a Dios.
Nosotros salimos y saldremos todos los días en busca de uno de éstos "milagros".
No hay comentarios:
Publicar un comentario