“Pienso, por lo tanto existo”. ( del latín, Cogito ergo sum), Renè Descartes.
El Siglo de las Luces – como bellamente lo denominò Alejo Carpentier – marca el inicio de una era en donde se aseguraba que la mente dominaba el mundo. Hoy, empezamos a entender que ésta (sin duda), muy poderosa herramienta solo tiene capacidad de comprender el universo físico y que su poder requiere del correcto funcionamiento y mantenimiento del òrgano que le dà existencia: el cerebro humano.
Tú no eres tu mente. Tu mente forma parte de ti, es una parte de ti, como lo son también tus uñas y tu cabello. Nada más que tu mente es una parte no física de tí.
La mente no es tu cerebro. Éste es un órgano. La mente está ahí para ayudarte con la información, con tu identidad, con tus pendientes, con tus relaciones,... está para servirte, no para dirigirte.
Podemos obsérvarla, mirar como actúa; si la puedes observar eso significa que no eres tú. Tu esencia, es el testigo que puede verla.
Como òrgano, el cerebro humano hace parte del sistema nervioso, junto con la mèdula espinal y los millones de hilòmetros de red de nervios que recogen y transmiten informaciòn. Asì que, como los demàs òrganos del cuerpo humano, està formado por varios tipos de tejidos los que a su vez están construìdos a partir de células. De donde se deduce que como los demás òrganos, también se ve influído por una adecuada nutrición, por el ejercicio, la resistencia al estrés y a la oxidación producida por los radicales libres.
Entre muchas otras partes, el cerebro tiene una capa delgada y rugosa o “alcorza” la cual, màs que cualquier otra parte del cuerpo, es la que hace “la persona”, ya que es la responsable de casi todos los pensamientos. Se le denomina neocortex o vulgarmente “materia gris”. Es el “cerebro pensante” sin el cual solo existiríamos en un estado vegetativo que es la condición a la que –desgraciadamente – nos conducirà el mal de Alzheimer si no actuamos con decisiòn.
Pero existe otra parte de esa capa rugosa denominada sistema límbico, el cual ejerce la funciòn de “cerebro sensible” ya que està conectado con el sistema endocrino, que es la red de glándulas productoras de hormonas que trabaja en intima unión con el cerebro e influye tremendamente en el bienestar y en la eficiencia de las actividades cerebrales.
Muy recientemente se ha descubierto que los pensamientos controlan el sistema endocrino y que èste controla las emociones. Los pensamientos actúan sobre el sistema endocrino y éste libera hormonas que excitan o deprimen, que producen felicidad, tristeza o rabia.
Esto tiene un significado maravilloso: la persona puede controlar el cuerpo mediante el sistema endocrino, al controlar los pensamientos (acepta los positivos, descarta los negativos; manten la paz espiritual, ejercita tu mente). En éste sentido se puede conseguir que la mente ejerza poder sobre la materia.
Por otra parte, tambièn es posible controlar la emociones regulando fìsicamente el sistema endocrino (actividad física, nutrición sana, suplementos de vitaminas, proteínas y minerales) para conseguir que la materia ejerza poder sobre la mente.
Este sistema límbico influye en gran medida no solo en las emociones, sino también en la memoria, porque de él forma parte el hipocampo, que es el principal centro cerebral de la memoria en donde se almacenan recuerdos del pasado reciente y remoto, aún que estos recuerdos remotos también los registra en el neocortex. El hipocampo es la zona del cerebro que procesa la mayor parte del aprendizaje realizado a través de libros o lo que se llama “memoria semántica”.
En nuestros queridos enfermos de Alzheimer, el hipocampo es una de las primeras zonas que queda lesionada. Por eso las personas pierden la memoria reciente (lo que les sucedió hoy), antes de perder el acceso a los recuerdos del pasado los cuales están también grabados en los bancos de memoria a largo plazo de neocortex.
En lo que se conoce hasta ahora, el hipocampo es particularmente vulnerable a los perniciosos efectos del cortisol (hidrocortisona), el cual a su vez se genera por los altos niveles de estrés a que estamos sometidos en las condiciones actuales.
El pasado 28 de Octubre mamá Gilma cumplió sus 87 años. Externamente se vé bien. Come con gusto y duerme tranquila. Pero empieza a perder la capacidad de hablar. De acuerdo a la “Escala de deterioro Cerebral”, estamos en una etapa “grave” de la enfermedad, la cual puede durar entre 7 y 10 años. Seguimos confiados en que el programa de reducción del estrés, ejercicio, sana nutrición y complementación con vitaminas minerales y proteínas la continúe ayudando y que podamos, con la colaboración de nuestros primos, mantener a raya el mal que ya asomó sus fauces en la Tia Dora y, muy seguramente, en la Tia Yolanda.
Es cuestión de decisión. Es un trabajo que hay que tomar en serio por que es de largo plazo y de cambio de hábitos, lo cual no lo hace fácil. Pero el resultado esperado, es que no las veremos en la etapa de pèrdida de la capacidad de caminar, perdida de la capacidad de sentarse o pero aún, de pérdida de la capacidad de sonreir.
En todo caso, es El Creador quien tiene la última palabra.
Ni la uva ni la manzana, sino la guayaba. Un estudio realizado por el Instituto de Investigaciones de Hyderabad, en la India , ha llegado a la conclusión de que en cada 100 gramos de guayabas hay alrededor de 500 miligramos de sustancias antioxidantes. Esa proporción supera hasta en tres veces a la existente en uvas, ciruelas, manzanas, naranjas, granadas, papayas, piñas y otras frutas de reconocidos valores en la lucha del organismo contra los llamados radicales libres, causantes de daños celulares responsables de fenómenos como el envejecimiento. En definitiva, la guayaba tiene propiedades antioxidantes superiores a las de todas las demás frutas.
Y mientras disfruta del olor, sabor, color y textura de ésta maravillosa fruta, que tal si escucha música barroca para incentivar a su cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario